“¿Es más valioso ser diferentes?”
En esta ocasión se propone un artículo de prensa que nos puede ayudar a abrir el desplegable del tema para levantar vuelo y aprender dialogando unos de otros.
Texto 1. Javier Yanes
“Ingeniería humana: ¿progreso o vuelve Frankenstein?”
Artículo publicado el: 12 diciembre, 2015
Una nueva técnica de edición genómica reabre el debate sobre la alteración de genes para curar enfermedades o mejorar la especie.
¿Hasta qué punto puede el ser humano intervenir en el proceso de creación y mejora de su propia existencia? ¿Y hasta qué punto debe? Ninguna de las dos preguntas tiene una respuesta definitiva, pero la segunda cobra mayor importancia a medida que la ciencia va ampliando las posibilidades de la primera. Hoy la ciencia está llegando a una nueva encrucijada conocida como edición genómica que de nuevo nos hace cuestionarnos dónde están los límites de lo que es lícito o no, cuando se trata de tunear los procesos de la naturaleza humana.
Uno de las primeros relatos literarios de la historia de la ciencia ficción es el intento del médico Victor Frankenstein de recrear artificialmente un ser humano de carne y hueso. Con el progreso de la ciencia, la fantasía de Mary Shelley de practicar la ingeniería biológica humana ha ido tornándose realidad en formas cada vez más sofisticadas.
A lo largo de los años hemos vivido la aparición de los trasplantes, las técnicas de reproducción asistida, las tecnologías genéticas, la generación de órganos y tejidos a partir de células madre, los intentos de clonación humana o el desarrollo de prótesis que ya no son patas de palo, sino miembros biomecánicos capaces de responder a las órdenes cerebrales de sus dueños.
Tijeras para cortar y pegar genes
La última de estas revoluciones está en marcha ahora. En los años recientes se han desarrollado sistemas que permiten modificar los genes de la célula de una manera mucho más sencilla, eficaz y barata de lo que hasta ahora era posible. Entre estas herramientas destaca CRISPR-Cas9, nacida casi de la casualidad.
A finales del siglo pasado se descubrió que muchas bacterias llevaban en sus genes una serie de secuencias de ADN repetidas, separadas entre sí por otros fragmentos variables. Dado que se desconocía para qué servían, en 2002 se les puso un nombre simplemente descriptivo: Repeticiones Palindrómicas Cortas Agrupadas y Regularmente Espaciadas; o por sus siglas en inglés, CRISPR (pronunciado «crisper»).
Al mismo tiempo, se descubrió que estas secuencias CRISPR aparecían asociadas a ciertos genes encargados de producir unas enzimas capaces de cortar el ADN; a éstas se las llamó Cas, en referencia a «Asociadas a CRISPR». Pronto se logró desentrañar cuál era la función de todo esto al descubrirse que los fragmentos variables entre las secuencias repetidas eran trozos de ADN procedentes de virus que atacan a las bacterias.
El sistema CRISPR-Cas resultó ser una especie de mecanismo inmunitario: del mismo modo que nuestros anticuerpos nos sirven para recordar las infecciones que el organismo ha sufrido en el pasado, las bacterias conservan la memoria de los ataques guardando pedazos del ADN de sus agresores. Si el mismo virus vuelve a invadirlas, esos fragmentos entre las secuencias repetidas sirven como ficha policial para identificar al atacante. Y una vez reconocido, las enzimas Cas se encargan de trocear el genoma del invasor para neutralizarlo.
Dos investigadoras, Jennifer Doudna, de la Universidad de California en Berkeley, y Emmanuelle Charpentier, entonces en la universidad sueca de Umea, lograron convertir un ignoto sistema de defensa bacteriana en unas finas tijeras moleculares para cortar y pegar fragmentos de ADN, como hace un montador de cine. Doudna y Charpentier comenzaron a publicar sus hallazgos en 2012. Y ya desde entonces, la comunidad científica comprendió que aquello era una revolución en la edición genómica. A las dos científicas comenzaron a lloverles los premios; entre otros, el Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica 2015, que recogían el pasado octubre en Oviedo.
Las aplicaciones del sistema CRISPR son incontables: la posibilidad de corregir fácilmente el ADN de las células allana el camino hacia la curación de enfermedades raras causadas por defectos genéticos. Pero también sería posible mitigar la agresividad de las células cancerosas, o conferir a las personas una inmunidad genética al virus del sida como la que posee una pequeña parte de la población. Como lo definen sus autoras, es «una nueva frontera en la ingeniería genómica». Pero tratándose de cortar y pegar ADN, su potencial va más allá de lo terapéutico. Hoy los dinosaurios de Parque Jurásico se crearían utilizando CRISPR. Si alguien quisiera resucitar a los mamuts, el proceso pasaría por el uso de CRISPR.
Embriones de diseño
Tampoco ha pasado inadvertida la posibilidad de modificar embriones humanos y reparar sus defectos genéticos, un viejo sueño de la ingeniería genética desde sus comienzos en los años 70. El primer intento empleando CRISPR se ha llevado a cabo en China y se publicó el pasado abril. Los investigadores utilizaron embriones no viables obtenidos de procesos fallidos de fertilización in vitro, y los resultados fueron más bien mediocres. Pero la publicación del estudio hizo saltar las alarmas, ya que modificar a voluntad los genes de un embrión se enfrenta a objeciones éticas: resurgen los temores del mito de Frankenstein, reconvertido en el retrato distópico de Aldous Huxley en su libro Un mundo feliz o en el del cineasta Andrew Niccol en su película Gattaca; es decir, crear seres humanos de diseño. Y por supuesto, la posibilidad de alterar embriones resucita también el fantasma de la eugenesia, la búsqueda del humano perfecto que guió la ciencia del nazismo.
¿Deben prohibirse estos experimentos? Aunque las aberraciones históricas y las distopías de la ciencia ficción suscitan la repulsa, el asunto es complejo, como lo demuestra el hecho de que varios cientos de científicos, juristas y especialistas en bioética de distintos países se hayan reunido este mes en Washington para deliberar sobre ello. Y la conclusión no ha sido tajante: la declaración final concluye que ahora «sería irresponsable proceder con cualquier uso clínico de la edición en células germinales [espermatozoides y óvulos]», pero deja la puerta abierta a que la cuestión sea «revisitada a medida que el conocimiento científico avance y la visión de la sociedad evolucione». En resumen: la investigación sobre edición genómica humana debe continuar, pero por el momento no en embriones destinados a la reproducción.
Los argumentos no son ligeros. Según cuenta Nature, el contrapunto a la discusión intelectual en la reunión de Washington lo puso una mujer que tomó el micrófono para describir cómo su bebé pasó sus únicos seis días de vida sufriendo horribles convulsiones, antes de sucumbir a su fatal dolencia genética. «Si tienen la capacidad y el conocimiento para arreglar estas enfermedades, ¡entonces háganlo!», dijo entre lágrimas. Tales casos justifican que exista una corriente formada por quienes piensan que emplear todas las tecnologías a nuestro alcance para erradicar por completo tanto sufrimiento es, más que una opción, una obligación ética.
«Es profundamente contrario a la ética prohibir a la gente el acceso a las tecnologías que voluntariamente quieran usar para ayudarles a llevar una vida próspera», asegura a EL ESPAÑOL Ronald Bailey, filósofo, escritor y una de las figuras más prominentes del transhumanismo. Los transhumanistas no solo abogan por el uso de la tecnología con vistas a reparar lo que no está bien; además defienden el uso de la ingeniería humana destinada a que las personas puedan llegar a estar «mejor que bien», como reza la misión de Humanity+, la organización mundial que reúne a muchos de sus partidarios.
Mejorar la especie
Las raíces del transhumanismo se remontan a los comienzos de la genética a principios del siglo XX, pero sus postulados comenzaron a formularse a raíz de las ideas expuestas a finales de los años 50 por el biólogo Julian Huxley, hermano del autor de Un mundo feliz. La corriente tomó fuerza en la década de 1990 y hoy se ha convertido en materia de debate global. Algunos de sus críticos la consideran una idea peligrosa, pero son numerosos los científicos, tecnólogos, filósofos y otros académicos que defienden el empleo de la genética, la nanotecnología, la inteligencia artificial y otros nuevos desarrollos para mejorar la especie humana.
En las últimas décadas, los transhumanistas han visto en la robótica y en la biónica los campos fundamentales para el avance de la ingeniería humana. Según señala a EL ESPAÑOL el filósofo y escritor Zoltan Istvan, «existe la posibilidad de que en 10 o 15 años creemos un corazón robótico que rivalice con el humano. Cerca del 35% de las personas mueren de enfermedad cardíaca, por lo que los corazones robóticos pueden cambiar el mundo eliminando estas dolencias». Istvan es el fundador del Partido Transhumanista, al frente del cual aspira a la presidencia de EEUU en 2016 con el fin de «poner la ciencia, la salud y la tecnología a la vanguardia de la política estadounidense».
Cerca del 35% de las personas mueren de enfermedad cardíaca, por lo que los corazones robóticos pueden cambiar el mundo eliminando estas dolencias
Los transhumanistas ven ahora en CRISPR una oportunidad única. «Esta tecnología puede llegar a ser el avance más importante de la ciencia en el siglo XXI», valora Istvan. «No sólo puede utilizarse para curar enfermedades hereditarias, sino también para hacer a los seres humanos más capaces y funcionales de lo que nunca han sido”. El candidato presidencial, que según la cadena de noticias CNET es «el único que promete la inmortalidad», es un firme partidario del uso de CRISPR «en todos los modos y maneras». Y entre los objetivos que en su opinión deberían perseguirse, Istvan incluye «mejorar el cociente intelectual de los humanos, hacerlos invulnerables a las enfermedades y mejorar sustancialmente su salud general».
Para Ronald Bailey, hoy es precisamente el campo de la salud el más prometedor de cara a los objetivos transhumanistas. El escritor y columnista de la revista Reason sostiene que el uso de CRISPR «podría ralentizar y tal vez incluso revertir el proceso de envejecimiento, permitiendo a la gente llevar vidas saludables durante cientos de años». Sin embargo, admite que aún hay escollos en el camino: «Queda mucha investigación antes de asegurarnos de que la tecnología es segura».
El autor propone como umbral a superar «que la tasa de error de emplear CRISPR para modificar genomas no sea mayor que la tasa espontánea de mutación en humanos». Es decir, que CRISPR no estropee nada que no pueda estropearse por sí solo. Una vez alcanzado ese nivel de seguridad, prosigue Bailey, «no habría razón ética para no usar la tecnología con vistas a mejorar las capacidades humanas».
https://www.elespanol.com/ciencia/20151211/85991420_0.html
Texto 2.
Transhumanismo.
Se entrega un enlace de Wikipedia en el que se puede descubrir, de forma detallada, la historia de esta corriente filosófica, pero, además, se deja texto del último párrafo.
“Una respuesta diferente procede de los teóricos de la personalidad, transhumanistas que objetan contra lo que consideran una antropomorfobia al estilo de lo que el escritor Isaac Asimov llamó el complejo de Frankenstein. Según su visión, cualquier clon humano, animal modificado o inteligencia artificial que demostrase ser autoconsciente, sería considerado una persona merecedora de respeto, dignidad y derechos de ciudadanía. Consecuentemente argumentan que el problema no estaría en la creación de supuestos monstruos, sino en el factor-repugnancia y en el especismo que juzgaría y trataría a tales seres como monstruosos”28
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Transhumanismo
Texto 3.
Resumen de Frankenstein (Mary Shelley)
La novela adopta una forma epistolar. Ubicada en la Europa del siglo XVIII y en plena efervescencia científica, el capitán de un barco ballenero escribe a su hermana Margaret sus vicisitudes y su encuentro con el físico Víctor Frankenstein, quien en busca del secreto de la vida y sin medir las consecuencias que esto le traerá, crea un nuevo ser con partes de otros seres humanos. El resultado es monstruoso y a partir de aquí se inicia una confrontación llevada hasta su extremo, un cuestionamiento filosófico y moral del hombre contra su creador que verá su fin hasta la trágica muerte de ambos.
La historia inicia con una serie de cartas que el capitan Robert Walton envía a su hermana Margaret Saville en Inglaterra en donde le cuenta la situación sus venturas y desventuras en altamar y la conmovedora historia de su nuevo amigo y huesped Víctor Frankenstein.
Capítulos I-IV
Comienza Víctor a contar a Walton la historia de su vida. Quiénes fueron sus padres, su infancia y familia. Un día estando con su madre con quien visitaba familias de campesinos realizando obras de caridad, conocieron a Elizabeth Lavenza, una hermosa niña que había quedado huérfana. Elizabeth se muda con la familia Frankenstein convirtiéndose en un miembro más de ellos y para Víctor en su compañera de juegos y aventuras, creciendo en ellos un inmenso cariño que duraría hasta la muerte. Más tarde nacen sus hermanos Ernest y William. Conoce a quien sería su único amigo Henry Clerval. Tras la muerte de su madre, hecho que consterna a la familia, Víctor viaja a Ingolstadt, Inglaterra para continuar sus estudios de física y química, en donde conoce al profesor Waldman que le da la pauta para el conocimiento especializado de dichas materias y su aplicación en la ciencia. Víctor fascinado por sus nuevos conocimientos decide crear un nuevo ser basado en sus conocimientos y profundas investigaciones: Aunque poseía el secreto de dar alma a la materia, la construcción de un cuerpo para recibirla, con toda su red de fibras, músculos y venas, era una labor llena de dificultades . Dudé al principio entre intentar la creación de un ser como yo o uno de organismo más simple, pero mi imaginación estaba demasiado excitada por mi primer triunfo para permitirme dudar de mi capacidad para dar vida a un animal tan complejo y maravilloso como el hombre.
Capítulos V-XIX
Una vez terminada su creación, Víctor queda asombrado por la figura monstrosa y horripilante que acaba de nacer. Clerval llega a vivir a Ingolstadt y pacientemente, sin imaginar lo sucedido cuida de la salud de Víctor quien cae gravemente enfermo a causa de su fatal experimento. Recibe una carta de Elizabeth diciéndole cuánto lo extrañan y que espera que gracias a los cuidados de su amigo se restablezca pronto para que regrese a Ginebra. Le cuenta las novedades de los miembros de la familia y la llegada a casa de Justine una pequeña encantadora que ahora trabaja y vive con ellos, lo que provoca en Elizabeth una gran felicidad. Víctor se recupera poco a poco con el apoyo de Clerval quien cuida de él y lo reanima a salir de su estado depresivo. Víctor Frankenstein sólo espera la carta de su padre para avisarle que es buen momento para volver, pero a cambio recibe de él la triste noticia de que su pequeño hermano William ha muerto por asesinato.
Víctor viaja inmediatamente a Suiza, temiendo saber quién es el asesino de William, al encontrar las puertas de su pueblo ya cerradas por la noche, camina un poco en medio de la lluvia por los alrededores del sitio donde se supone encontraron a su pequeño hermano, y al estar frente a esa inmensidad repite el nombre del difunto evocando su recuerdo, un rayo ilumina a lo lejos, la gigantesca y deforme figura de su ahora enemigo. A la mañana siguiente Víctor, se encuentra con su familia que en pleno duelo, le cuentan a Víctor la terrible noticia de que Justine es la principal sospechosa del asesinato de William, ya que la encontraron durmiendo en un granero cerca del lugar de los hechos con la foto de la Sra. Frankenstein en el bolsillo, misma que el asesino le robará a William después de darle muerte. Víctor espantado asegura que Justine es inocente y dice saber quién es el verdadero asesino. Al no encontrarse pruebas a favor de Justine, ésta es sentenciada a muerte, más tarde por miedo acepta haber sido ella la responsable del asesinato, Elizabeth sufre una tremenda decepción al recibir la noticia pero va a verla acompañada de Víctor y Justine llora amargamente con su benefactora pidiéndole perdón y jurándole su inocencia de lo que Elizabeth siempre estuvo segura. Finalmente Justine muere como culpable. Víctor sin poder resistir la desesperación que lo abruma, viaja a los alpes en busca de un descanso que lo ayude a olvidar por unos momentos, su trágico destino al recordar los paisajes de su infancia cuando su vida transcurría en completa felicidad.
Capítulos X-XVII
Víctor intentando olvidar su pena entra en una serie de cuestionamientos acerca del ser humano, sus temores y sus impulsos y en esa etapa de contemplación que involucra la majestuosidad del paisaje, hace un ruego a ala vida y al término de sus palabras divisa a lo lejos la figura sobrehumana de Frankenstein que le suplica lo escuche y se compadezca de su sufrimiento, ya que argumenta que si alguien ha sufrido las consecuencias de su experimento es él mismo. Finalmente Víctor acepta escucharlo y Frankenstein inicia su relato.
Recuerda lo difícil que fue darse cuenta de su condición de humano y empezar a distinguir, los olores, las luces, los sonidos, conseguir los alimentos y entender un poco lo que empezaba a vivir. Después de su primera experiencia con los humanos que desde un principio le demostraron su rechazo, anduvo por los campos hasta divisar una comunidad con pequeñas aldeas, se instaló cuidando que su choza estuviera lo suficientemente cubierta a los ojos de los demás y desde ahí dentro se dedicó a observar a la cabaña vecina a través de una ventana, pudo conocer así, el idioma y el comportamiento humano por quienes sentía una fuerte atracción, llegando a alegrarse por sus dichas y compartiendo sus infelicidades. La familia vecina, estaba compuesta por el padre, hombre mayor, ciego y que tocaba la flauta de una manera que hacía estremecer el corazón de Frankenstein; Felix, hijo del hombre mayor y hermano de Agatha, la más jóven de la casa. Tiempo después llega Safie, al parecer esposa de Felix. Poco a poco fue creciendo el estima y el respeto de Frankenstein a la familia, a quienes ocasiones y sin que notaran su presencia, ayudaba, acercándoles alimentos frescos y leña que él mismo cortaba. La idea de poder acercarse a ellos y demostrarles su gratitud y cariño le robaba horas de sueño. Varias días estuvo planeando el momento en que se presentaría a la familia vecina. Llegó a la conclusión de que el momento propicio sería estando solo el anciano, ya que a causa de su ceguera no lo juzgaría por su aspecto físico sino por sus buenos sentimientos. Así pues, una tarde en que todos salieron de paseo Frankenstein tocó la puerta de la cabaña y haciéndose pasar por un viajero en busca de un descanso, el anciano lo recibe amablemente e inician una charla amistosa acerca de la supuesta familia del viajero que teme no ser bien recibido, el anciano le pregunta de quiénes se trata y Frankentein desesperado porque se acercan ya las voces de los demás, le suplica a gritos que por favor lo salve. Al entrar la familia se horrorizan de lo que ven, Safie cae desmayada, Agatha sale gritando y Felix queriendo defender a su padre toma su bastón y arremete contra Frankenstein que sale huyendo hasta su hogar. Tiempo después se entera al escuchar una conversación que sus vecinos huyeron de la cabaña por dicho acontecimiento, temiendo por su tranquilidad y seguridad del padre.
Continua su relato y llega a la parte en que mata a un niño que forcejeando con él le dice que es hijo del señor Frankentein así que, encontrando en su muerte una posibilidad de venganza lo mata y le roba un retrato de una hermosa mujer que deposita más tarde en la ropa de una joven dormida. Al terminar esta historia, Frankenstein le suplica a su creador le fabrique una mujer igual a él para así no sentirse tan solo y despreciado por todos y poder borrar sus ideas de venganza y odio contra él y el mundo entero. Una mezcla de sentimientos y numerosas imágenes cruzan por la mente de Víctor, quien por un momento cree que efectivamente el hacer una compañera para Frankenstein lo alejará de él y su familia para siempre, por lo que promete cumplir su deseo.
Capítulos XVIII-XXI
A su regreso a Ginebra, Víctor se halla mucho más animado lo que provoca alegría en su padre, quien le recuerda a Víctor el viejo compromiso que tiene con Elizabeth, haciéndole saber que nada sería más dichoso para la familia en esos momentos que su esperada unión. Víctor está convencido de su amor por Elizabeth y dice a su padre que se casará con ella apenas llegue de su viaje, ya que un imprevisto lo manda de regreso a Inglaterra por un tiempo. Elizabeth feliz por la noticia de su boda y a la vez preocupada por Víctor se despide de él acordando ambos su próximo enlace. Víctor y Henry emprenden un viaje por Inglaterra y se despiden en Escocia para que Víctor pueda terminar su trabajo y viéndose libre, regresar a Ginebra. Estando en su laboratorio Víctor se cuestionó las posibles consecuencias de crear otro ser igual al asesino de su hermano y tomando en cuenta que no podría controlar la vida y los buenos o malos sentimientos de la que vendría, pensó entonces en desistir de su promesa por el bien de la humanidad y de su propia familia. Al ver la presencia en la ventana de su perseguidor y convencido que no volvería a crear a un ser tan miserable, destruyó el cuerpo que estaba trabajando, lo que despertó la ira de Frankenstein quien juró vengarse diciéndole: «estaré a tu lado en tu noche de bodas» y se fue.
Víctor recibió una carta de Henry que le pedía abandonara Escocia y regresara con él a Londres, dos días después Víctor se embarca sin rumbo fijo con un mal presentimiento de que algo espantoso va a pasar. Con el sol en lo alto divisa una población cercana lo cual le da la tranquilidad de que ha llegado a una nueva población, pero al desembarcar el recibimiento por parte de los habitantes de dicho lugar es agresivo y le piden se presente ante el juez a declarar por el reciente asesinato de un hombre y cuyos testigos aseguran haber visto a un hombre solo en una barca cerca del lugar del asesinato. Víctor sin entender nada es llevado con el juez que le confirma su sospecha y al ser llevado a reconocer el cuerpo de la víctima, Víctor se horroriza al ver que dicho cuerpo es el de su entrañable amigo Henry Clerval. Cae enfermo de gravedad y su padre llega a visitarlo preocupado por la salud de su hijo y asombrado por la noticia de la muerte de Henry. Gracias a la compañía de su padre, Víctor logra recuperarse y finalmente sale libre al comprobarse su estancia en otro pueblo a la hora del crimen.
Capítulos XXII-XXIV
De regreso a Ginebra se llevan a cabo los preparativos para la boda de Víctor y Elizabeth, lo que mantiene a Víctor preocupado al recordar la amenaza de Frankenstein. La boda se celebró en paz y en su luna de miel se dirigieron a unas tierras cerca del Monte Blanco, herencia del padre de Elizabeth. Víctor en su inquietud, temiendo lo que ocurriría, pide a Elizabeth se vaya al otro cuarto para no presenciar su lucha con Frankenstein, por lo que Elizabeth obedece y más tarde se escucha un estremecedor grito desde aquella habitación, ya que Frankenstein cumplió su amenaza. Después del terrible fallecimiento de Elizabeth, el papá de Víctor que adoraba a la recién fallecida, cae terriblemente enfermo y muere. Víctor promete vengar la muerte de su familia y va en busca de su enemigo. Después de un largo recorrido consiguiendo sólo acercarse a él, es rescatado por un barco que lo ve en peligro de morir ahogado en los témpanos de hielo. Se recupera un poco y cuenta a Robert Walton, capitán de dicha embarcación su larga y desdichada vida, hasta que víctima de la enfermadad, agradece a Walton sus bondades y muere.
Walton continua su intercambio epistolar con su hermana contándole toda la historia que conoce y escucha un fuerte ruido, es Frankenstein que llora la muerte de su creador y pidiéndole perdón dice que el tampoco debe vivir, así es que pone fin a su tormentosa vida arrojándose desde la ventana hasta el témpano próximo del barco, perdiéndose en la oscuridad arrastrado por las olas.
Personajes principales
Víctor Frankenstein: Apasionado por los avances científicos, se muda de Ginebra a Inglaterra para continuar sus estudios y llevar a cabo sus investigaciones sobre la vida humana. De carácter noble, su tranquilidad se ve interrumpida al darle vida a Frankenstein cuya sombra lo perseguirá desesperadamente a lo largo de su vida.
Frankenstein: Resultado de los experimentos de Víctor Frankenstein. Siente un profundo despecho por el rechazo de que es víctima por parte de los humanos a causa de su horrible aspecto. La relación con su creador es de amor y odio.
Elizabeth: Compañera de juegos y prometida de Víctor. Desde su corta edad es llevada a vivir con la familia Frankenstein, convirtiéndose en parte fundamental de ella. Es la última víctima de Frankenstein.
Alphonse Frankenstein: Padre de Víctor. Apoya a su hijo para continuar sus estudios fuera de Suiza. Su salud se va deteriorando a causa de los repentinos fallecimientos de sus seres queridos.
Henry Clerval: Amigo incondicional de Víctor. Se muestra solidario con él en los momentos de mayor confusión psicológica y enfermedad física en Ingolstadt. Se convierte en otras de las víctimas de Frankenstein.
Robert Walton: Capitan del barco ballenero que encuentra a Víctor en la última etepa de su vida. Viajan juntos y se convierte en su único confesor en esta terrible historia. Encuentra en Víctor el alma noble y el amigo que tanto ansiaba tener.
Personajes secundarios
La familia de Felix: Campesinos que habitan una cabaña frente a la de Frankenstein, es de quienes aprende el idioma y los contradictorios sentimientos humanos. A causa del rechazo a Frankenstein por su impresionante aspecto físico, hacen nacer en él, el odio a la humanidad.