Biblioteca Pablo R. Picasso

Torremolinos

En esta ocasión, el grupo que nos hemos reunidos tras leer el cuento que más abajo compartimos, ha coincidido en compartir una misma cuestión: ¿por qué las personas creativas tienen a veces problemas socialmente? ¿Por qué pensar por uno mismo puede llegar a ser una razón de exclusión social?

Entregamos el cuento y después  lo reflexionado al hilo del mismo.

“La Historia del Cabeza de Cartón”.

En una escuela llamada UNA CUALQUIERA existía un profesor llamado ANTERIOR. La escuela era tan común como otra cualquiera, y el profesor ANTERIOR era mal visto porque tenía unos comportamientos extraños: sólo decía la verdad, demostraba sentimientos, daba aulas innovadoras y creativas, vestía ropas originales (que no estaban de moda necesariamente), tenía una manera muy peculiar de oír y dirigirse a los demás, y lo peor: PENSABA POR SU CUENTA.

El equipo directivo llamó a ANTERIOR para decirle que no debería actuar de manera antisocial. Y explicó que como mucho él debería ser un especialista aplicado y practicante de la pedagogía escolar que estuviera de moda.

Como sólo sabía enseñar con amor y con ganas de aprender, ANTERIOR salió confuso de la reunión. Aceptó el consejo de la coordinadora pedagógica y se fue de paseo a un centro comercial. Allí encontró una tienda de un viejecito relojero. Entró y dijo:

– Además de relojes, ¿arregla cabezas?

– Las cabezas son como los relojes, dijo el viejecito, y para funcionar bien necesitan manutención. Necesito 30 días para mirarla, descubrir el defecto y arreglarlo

– Pero, ¿cómo haré sin mi cabeza 30 días?

– No te preocupes, te dejo esta de cartón.

Así, ANTERIOR salió con su cabeza de cartón de la tienda. Y fue un éxito total en la escuela UNA CUALQUIERA, porque él actuaba como todos, y por eso no molestaba a los demás.

La vida social estaba tan tranquila que ANTERIOR olvidó volver a la tienda al cabo de 30 días. Y así pasaron años y años…

Entonces, un día pasó por el centro comercial por casualidad y vio la tienda del viejecito y preguntó:

– Señor, hace mucho tiempo dejé algo aquí y olvidé recogerlo.

El viejecito, que no tenía cabeza de cartón, le dijo:

– ¡Por fin!, te esperaba desde hace años… Tengo aquí tu cabeza y ya te digo que no he encontrado defecto alguno en ella. Al revés, es un modelo muy original, único. ¡Una preciosidad!

– Sí, pero es que me siento tan bien con esta cabeza de cartón que tengo actualmente. Vivo tan tranquilo, tengo dinero, las personas no me tienen envidia, no pelean conmigo, no me traicionan, ni quieren echarme cuando digo lo que pienso. Te digo una cosa, ya no quiero mi cabeza original, prefiero este modelo de cartón.

El viejecito sintió mucha pena al ver lo que pasaba con ANTERIOR. Pero lo comprendió.

Así, nuestro profesor vivió la vida sin complicarla con eso de pensar por uno mismo.

Y el viejecito ya acostumbrado a ver tantas cosas raras en la vida guardó aquella cabeza brillante en una caja de cristal limpio y transparente. No olvidó escribir:

¡CUIDADO, AQUÍ YACE UNA CABEZA LIBRE!

Fuente: http://www.crearmundos.net/reflexionados/pensarcreativamente.pdf

 

Memoria y perspectivas

La lectura inmediatamente nos llevó a la siguiente e interesante  cuestión: “¿por qué se relaciona el amor y la creatividad en el cuento?”

Se dijo que cuando algo nos entusiasma ponemos amor, e inmediatamente la creatividad viene a nuestro encuentro.

Apareció entonces otra nueva pregunta, a partir de recordar el perfil de personas que han utilizado su creatividad para destruir, manipular o dañar a otras…

Descubrimos que en esa creatividad inhumana también existía un deseo de “bien” (personal), pero  que en ningún lugar se tenía en cuenta  al otro, a los demás. No había ética.

En estas personas “contra-empáticas”, sin valores éticos, puede haber creatividad, pero si esta es utilizada solo por el interés propio, estaríamos hablando de seres capacitados para crear únicamente “mal” o destrucción. El grupo consensuó que no son creativas en realidad, puesto que la verdadera  persona creativa es sensible y cuidadosa.

Pero también podemos ampliar la mirada recordando que el término (creatividad) en sí mismo “no tiene un valor moral”,  es la persona (la responsable) la que le imprime maldad o bondad según como la utilice.

¿Por qué? Porque destruir puede ser necesario y bueno en algunos contextos. Por ejemplo, ¿es malo destruir  las costumbres tradicionales que alienan a mujeres como aquella de Sudan  que permite que una niña pueda ser casada con 10 años?

Así pues,  ¿es mala la tristeza? Sí, pero si no somos capaces de ponernos tristes no podremos empatizar con los que sufren; ¿y el miedo?, sí, es malo, pero es necesario para sobrevivir…, etc…

Por lo tanto  ¿es buena la creatividad? Sí, pero si la utilizamos para crear bombas, ¡NO! Esa creatividad sería una creatividad sin valores éticos (sin justicia, sin humanidad).

Gracias al cuento también descubrimos que las personas que “piensan por sí mismas son más creativas”, pero que esto no les aseguraba una vida más fácil.

Sí más plena, sí más auténtica, sí más consciente, sí más libre, sí más justa…, etc…;  pero también se dijo que los genios habían tenido dificultades para convivir socialmente porque trasgresión y creatividad van de la mano.

Como posible solución a este dilema se dijo que se puede tomar el camino de adquirir “habilidades sociales” (inteligencia emocional) para poder entregar nuestros talentos, nuestra creatividad al mundo, a la sociedad, y así   evitar envidias, competitividad, miedos en los otros, rechazo social…

 

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