Texto 1 Michel Foucault, según Maite Larrauri.

Michel Foucault fue un revolucionario en relación al  “pensamiento de la historia”. Lo que escribió en los 70 y 80 es ahora realmente entendido,  se comprende mucho mejor.

Frase de este pensador: “Lo que ha sido construido históricamente puede ser destruido políticamente”.

Foucault  entiende  la palabra destruir como positiva en tanto en cuanto nos ayuda a avanzar como humanidad.

Solemos pensar  que la historia es algo que debemos conservar. Es evidente que el patrimonio histórico es importante… Las construcciones  de piedras o ladrillo  hablan de la historia pasada, y debemos conservarlas para las futuras generaciones como un patrimonio histórico, como un legado.

Foucault, sin embargo,  habla de las construcciones históricas  que no son de  piedra y que habría que plantearse destruirlas porque atentan contra la dignidad, los derechos humanos de las personas o contra el derecho a tener una vida plena.

Él se refiere a  ciertas formas de vida, a ciertas tradiciones en esas formas de vida, o identificaciones personales construidas a lo largo de la historia incorporadas  a tradiciones, y  a formas de vida determinadas…

Llegados a este punto nos podemos plantear que esto es relativo… Que todos no quieren destruir las mismas cosas.

Un ejemplo claro sería: la cuestión de las identidades femeninas y masculinas.

La construcción histórica sobre “qué significa ser mujer…” ha creado un deseo en las mujeres  de destruir ciertas identificaciones: hogar como prisión, la secundariedad en la historia…

Según la posición que yo ocupe en una forma de vida… desearé o no destruirla.

Las mujeres han sido las que han deseado políticamente destruir tradiciones  y formas de vida en contra de las que beneficiaban a los hombres. Los hombres en general no han sido los que han llevado a cabo esa lucha (aunque algunos como Foucault han ayudado)

Podemos pensar también  en los esclavos como otro  clarísimo ejemplo.

Aparentemente hay construcciones históricas que no pueden ser destruidas pero que deberían serlo, y para eso  está la política.

 

Texto 2. Maite Larrauri. “No existe el sentido común”.

“El” sentido común nos indica lo que es evidente, lo que es normal. Lo que vemos tiene para nosotros en sí mismo una gran carga de veracidad y de realidad. Pero lo que hace unos años era evidente, no lo es ahora.

No se trata de engaño, sino de condiciones de posibilidad: todas las cosas dependen para poder ser vistas de unas condiciones históricas de visibilidad. La realidad que vemos y de la que hablamos ha sido construida históricamente. Foucault señala que vemos lo que para una época dada es visible, algo así como si lleváramos unas gafas que seleccionan ciertos aspectos que, al mismo tiempo, nuestro lenguaje agrupa y nombra. No existe visión de la realidad sin gafas. Si me las quito, tengo que ponerme otras para poder ver.

La evidencia no se pone en duda, porque coincide con lo que nuestras gafas nos hacen ver y con lo que nuestro lenguaje nos enseña a reconocer. Sólo cuando nos sentimos incómodos con lo que vemos, porque sufrimos, queremos liberarnos de un sentido común, que en ese momento dejará de ser para nosotros “el” sentido común.

Foucault afirma que todo lo que ha sido construido históricamente puede ser destruido políticamente. A mi madre le parecía de sentido común que yo actuara como lo que la sociedad esperaba que fuera el comportamiento normal de una chica, yo hice de mi vida un combate contra ese sentido común.

No hay un progreso en la historia del sentido común. El de ahora no es más verdadero que el de antes. No podemos caer en ese error grosero…. Todas las épocas han considerado con gran determinación que las cosas eran así y tenían que seguir siendo así. Lo que sí que puedo decir es que me parece mejor este sentido común frente a aquél…

Gramsci insistía en la importancia de dar la batalla en este nivel, si se quiere vencer: hay que hacer ver las cosas, hay que hacer que sean visibles como queremos que lo sean. Y en esta batalla, el cine tiene un papel fundamental por la sensación de realidad que transmite.

Es cierto que después de hacer estas reflexiones voy al cine con una cierta prevención. Estoy tan segura de que Suffragette será vista dentro de 30 años con extrañeza, que ya empiezo a verla yo también así. Será por eso que mi cine preferido son las comedias musicales: ahí no hay trampa ni cartón, porque todo es trampa y cartón y el espectador lo sabe.

Texto 3. Tolerar “opiniones” por Maite Larrauri

Hay opiniones y opiniones. No sólo por sus contenidos, lo cual es una obviedad, sino también por el significado mismo de lo que es una opinión. Cuando estudiamos la Grecia Clásica nos encontramos con un doble significado y, para entendernos, hemos acordado en distinguir la “opinión” de la “recta opinión”.

Hannah Arendt nos ha ayudado a entender esta distinción. Según esta pensadora, Sócrates quería combatir las evidencias y los significados irreflexivos mediante la “recta opinión” de cada cual. Y esto le parecía esencial para la convivencia ciudadana en la medida en que la vida política, en muchas ocasiones, depende de comprenderse unos a otros y saber de qué se está hablando. Una comunidad tiene que reflexionar acerca de qué actos son virtuosos, qué ciudadanos son valientes, quienes son los mejores. Las palabras “virtud”, “ciudadanía” o “valentía” son palabras de uso corriente, pero a Sócrates le parecía que se da por descontado casi siempre que se sabe de qué se está hablando cuando se emplean, y en cambio no es así.

El interrogatorio socrático no tenía por objetivo demostrar que sus conciudadanos creían saber de qué hablaban y no era el caso, es decir, no pretendía ponerlos en ridículo –aunque en ocasiones ese era el resultado– sino más bien hacerlos reflexionar. Su idea de la vida en común consistía en la participación de un diálogo entre ciudadanos para que cada cual aportara su punto de vista sobre la ciudad. Descartaba, por lo tanto, que pudiera haber una verdad única sobre las cosas y defendía que cada individuo veía lo que sucede desde un lugar propio: el resultado de la combinación de perspectivas diferentes ofrece un mundo hecho de verdades múltiples combinadas entre sí mediante la palabra.

La mayeútica tiene como objetivo que cada cual diga cómo es el mundo desde su propio punto de vista, porque todos tenemos ojos, y todos tenemos capacidad de pensar. El mundo se nos aparece a nuestros ojos y a nuestra mente, y por eso yo puedo formular esta frase, que siempre es verdadera: “así es como veo yo las cosas”. No es como las ves tú porque yo estoy aquí y tú allí, pero es bueno que tú sepas cómo se ven las cosas desde aquí y yo vea cómo se ven desde tu perspectiva. Eso nos hace más libres, menos encerrados en nuestro punto de vista particular.

Si afirmo que el mundo común está formado de una diversidad de puntos de vista y que todos son verdaderos, inmediatamente ya estoy oyendo quienes clamarán contra el relativismo del “todo vale”. En efecto, sin más explicación parecería que lo que dice Arendt sobre Sócrates nos conduce a tener que aceptar como válidas todas las opiniones (en griego clásico “se me aparece” se decía “δοκεί μου” y la palabra “δόξα” –o sea doxa, opinión– derivaba del verbo δοκέω). Y aquí es donde viene la diferencia entre opiniones y rectas opiniones: sólo las rectas opiniones son verdaderas. Es más, lo que Sócrates enseñaba era a luchar contra las opiniones elaborando rectas opiniones.

Una recta opinión tiene que cumplir dos condiciones para serlo. Por una parte tiene que poder ser razonada ante quienes escuchan. Por otra, tiene que poder hacer visible el lugar desde donde se emite.

La primera condición sola no sirve. Es la segunda condición la que marca la diferencia, porque se trata de que quien opine haga valer su experiencia, desvele el modo en el que vive, y por el que ha llegado a tener esa opinión. Es una condición de autenticidad: soy yo la que digo esto, porque yo he vivido en este lugar, y desde aquí es así como se ven las cosas. Y ahora puedo cumplir la primera condición y razonar mi opinión en base a que lo que digo puede ser explicado a quienes no viven así, ni han tenido esa experiencia. Si por el contrario falta esta segunda condición, aún cuando se razone la opinión, si quien la emite no incorpora desde dónde habla y opina, la opinión no posee la característica de ser una reflexión nacida de una misma y por lo tanto no es una recta opinión.

En nuestro mundo, ciertamente más complejo que la democracia en tiempos de Sócrates, existen aparatos productores de opinión mucho más poderosos que la simple ágora en la que los atenienses se encontraban y discutían. La prensa y sobre todo las televisiones logran hacer evidentes ciertas opiniones irreflexivas y conforman lo que pensamos. No distinguimos entre la información y la interpretación, y adoptamos las opiniones y sus razones sin partir de uno mismo. El δοκεί μου que tiene su origen en lo que los medios me ofrecen a la vista y al oído no es experiencia, las imágenes y los sonidos que llegan hasta mí han sido seleccionados por el medio. Me hago una opinión, en efecto, pero no mediante mi experiencia, sino de lo que veo a través de un filtro que otros han puesto y que quiere ser invisible.

Texto 4. Nietzsche y el resentimiento (¿intolerancia?), por Marta Larrauri.

Según Nietzsche necesitamos (deseamos) la aprobación del grupo y deseamos sentirnos reafirmados  constantemente por los demás.  Estas son dos características humanas. Por eso él propone una teoría para superarnos: la teoría de lo superhumano, o de las acciones superhumanas.

Leemos la explicación de Maite Larrauri.

Lo superhumano (coloquialmente el superhombre), es  lo que supera a lo humano.

Según este pensador  somos animal de rebaño y  personas resentidas. Esto  es lo más humano de la humanidad… Habría que aprender a  vivir sin la aprobación de los demás, y sin el  reconocimiento de los demás…

Y por otra parte, también deberíamos aprender a  vivir sin envidiar, sin sentirnos  resentidos   contra los demás, sin caer en el mecanismo de desaprobar a los demás para sentirnos superiores…

Si superamos estos dos elementos somos “superhumanos”. Los nazis eran de moral de rebaño y resentidos porque señalaron a los judíos como inferiores. Es un ejemplo claro de esto que nos explica Nitzsche.

Nelson Mandela, Gandhi… realizaron  acciones superhumanas. Se  alejaron del rebaño, y actuaron creativamente y compasivamente; no se han apoyado en el resentimiento. Se han autoafirmado siendo ellos mismos, sin desear lo mismo que los demás, superando el sentimiento de rebaño y el resentimiento.

Realizaron  actos de superhumanidad que la misma humanidad necesita, pues de esta manera nos movemos por razones que no son la envidia, el resentimiento, o el deseo de aprobación.

Biografías

Michel Foucault: fue un historiador de las ideas, psicólogo, teórico social y filósofo francés. Es conocido principalmente por sus estudios críticos de las instituciones sociales, en especial la psiquiatría, la medicina, las ciencias humanas, el sistema de prisiones, así como por su trabajo sobre la historia de la sexualidad humana. Sus análisis sobre el poder y las relaciones entre poder, conocimiento y discurso han sido ampliamente debatidos. Siglo XX.

Maite Larrauri (Valencia, 1950) ha sido profesora de filosofía en centros públicos de enseñanza media durante 36 años. En la actualidad está jubilada y se dedica a la divulgación filosófica. Es coautora  de la colección de libros Filosofía para profanos.

Sócrates (Atenas, 470-ib., 399 a. C.) fue un filósofo clásico griego considerado como uno de los más grandes, tanto de la filosofía occidental como de la universal. Fue maestro de Platón, quien tuvo a Aristóteles como discípulo, siendo estos tres los representantes fundamentales de la filosofía de la Antigua Grecia. Creador de la mayéutica, o metodología dialógica para el aprendizaje.

Annah Arendt: fue una teórica política  alemana, posteriormente nacionalizada estadounidense, de origen judío y una de las personalidades más influyentes del siglo XX. ​ Arendt defendía un concepto de «pluralismo» en el ámbito político: gracias al pluralismo, se generaría el potencial de una libertad e igualdad políticas entre las personas.

Importante es la perspectiva de la inclusión del otro, y afirmaba que  en acuerdos políticos, convenios y leyes deben trabajar a niveles prácticos personas adecuadas y dispuestas. Como fruto de estos pensamientos, Arendt se situaba de forma crítica frente a la democracia representativa y prefería un sistema de consejos o formas de democracia directa. Siglo XX.

Nietzsche: filósofo alemán  del siglo XIX, pensador vitalista por autonomasia. Recibió amplio reconocimiento durante la segunda mitad del siglo XX como una de las grandes  figuras de la filosofía contemporánea.

 

Bibliografía

-Larraui, Maite, “El sentido común no existe”: http://www.fronterad.com/index.php?q=bitacoras/maitelarrauri/no-existe-sentido-comun

-Arendt, H. La condición Humana. Paidós Ibérica. 2005.

-Larrauri, Maite y Max. La Sexualidad según Michel Foucault. Tandem ediciones. 2001.

-Lipmann, M. El lugar del pensamiento en la educación. Octoedro, 2017

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