La Codicia
23-06-2018
Biblioteca Municipal Pablo R. Picasso
Michel Sasseville fue el autor elegido para abrir la tarde…
“(…) Y de pronto, el ritmo de la investigación se ralentiza, pensando cada uno más y mejor en su contribución a la construcción de la búsqueda común. Cada persona se vuelve más sensible a la sensibilidad del otro. Más atenta a ella misma y a los demás. Esta atención, esta preocupación por la precisión y la clarificación del sentido, es también pensamiento cuidadoso. Combinado con el pensamiento crítico, ocupado en proveer y evaluar criterios, y el pensamiento creativo, sensible a las diferencias contextuales, innovador, holístico…
El pensamiento cuidadoso permite a cada uno tener confianza en sí mismo y en los otros. Y cuando eso sucede (pues la creación de una comunidad de investigación es un proceso y todos los elementos no están presentes desde el principio) cuando eso sucede, muchas cosas magníficas se van agregando…
Dulzura, simplicidad, buena fe, fidelidad, humildad, franqueza, justicia, simpatía (como sentimiento), compasión (como virtud), respeto, transparencia, paciencia, escucha, deseo de contribuir, coraje, amistad, poner el ego en perspectiva…
Y así, cada persona se siente amada por lo que es, sin dejar de ser un misterio para los demás. Y también es por esto que se trata de una educación para la paz, interior y entre nosotros”.
Este texto nos ayudó a hilar nuestras ideas desde un paisaje amable. Y estas fueron algunas reflexiones y perspectivas entregadas por el grupo:
Una cuestión esencial compartida fue preguntarnos si generosidad y codicia, ¿son innatas?. Se consensuó que la mayoría de las personas son conscientes y viven con austeridad priorizando una vida con acento en los pequeños placeres de la vida (Epicuro).
Se dijo que la vida ostentosa de los ricos escondía en algunas ocasiones un compromiso social, y que cuando se pagaban sueldos bajos en países extranjeros a los asalariados por parte de los grandes empresarios, se evitaba un proceso de desestabilización social. También se añadió que la pobreza no exime a las personas de ser codiciosas.
La codicia puede aparecer como un impulso por acaparar bienes, pero también puede estar vinculada al deseo de acumular conocimientos…
El deseo de posesión que el niño expresa con el típico “mío” nos recordó que los seres humanos desarrollamos apegos a personas y objetos en nuestra construcción como personas, pero ya con poco años se aprende el valor de la “reciprocidad”. Te dejo mi juguete y tú me prestas el tuyo.
Una vez maduramos somos conscientes de que el grupo de personas que más nos influyen son los amigos; por eso si escogemos personas con valores podremos retroalimentarnos positivamente. No obstante, la moral recae siempre sobre la persona, es responsabilidad del individuo.
El “comercio justo” apareció a colación de uno de los textos para justificar que no es posible justicia en la transacción económica, puesto que siempre buscamos un interés.
Nos planteamos que una vida que ponga el foco en la codicia produciría infelicidad, ya que se perpetuaría una estación de constante insatisfacción.
El rey Midas
Ahora bien, el rey Midas tuvo la oportunidad de hacer un servicio a un dios cuando en un jardín se encontró a un anciano Sileno, quien se había perdido de la comitiva de su patrón Dionisio debido a la borrachera que tenía. Es por esta razón que el rey Midas amablemente rodeó al borracho y le obsequió comida y bebida.
Luego le envió con el dios Vino, Dionisio estaba tan agradecido que le ofreció al rey que eligiera cualquiera recompensa que quisiera, debido a su gran ambición no desaprovecha esta oportunidad y es por esto que el rey Midas pidió al dios el don de que todo lo que tocase se convirtiera en oro y el dios se lo concedió.
Impacientemente por probar su nuevo poder, fue al bosque y al tocar una ramita con el pie, esta se convirtió en oro, incluso todo lo que el rey tocaba se convertía en oro.
Además de ello su palacio, su comida y su bebida la cual él tocaba se convertían en oro, atormentado por el hambre y la sed, se levantó de ese burlón banquete y al ver que todo era de oro se empezó a enfermar.
Ante tal desesperación recurrió a Dionisio a quien le suplicó que le retirase el don que le había otorgado, así que el dios le dijo que buscase la fuente de Pactolo, y se bañara en sus puras aguas para que pudiera lograr deshacer el hechizo.
Fue tanta la desesperación del rey Midas que llegó y se tiró al agua, éste se convirtió en oro, pero sólo desapareció el hechizo cuando metió su cabeza bajo el agua.