Textos para: «¿Qué es la maldad?»

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Té con Diálogo Filosófico.

Fecha: 13-02-2020

Hora: 18:00

Biblioteca Manuel Altolaguirre – Benalmádena Pueblo

Texto 1. Las entrañas del mal

13 marzo, 2018

Schopenhauer decía que el mal tiene un punto de partida incontestable: nosotros mismos. Forma parte de nuestra naturaleza como lo hacen el amor, la violencia o el deseo. El alma humana es lo suficientemente grande como para albergar todos esos extremos. Ilustración: Pixabay.

Nos sobrecoge, nos conmueve, nos revuelve, nos asombra, nos asquea hasta la náusea, nos repugna, nos llena de rabia. Nos resulta imposible entenderlo. Pero existe. El mal es un fenómeno que siempre ha llamado la atención de la humanidad. ¿Qué han dicho sobre él los filósofos a lo largo de la historia? ¿Es consustancial al ser humano? ¿Qué lo provoca? ¿Debe la sociedad asumirlo de forma natural?

La maldad como parte de nuestra naturaleza

El ser humano siempre ha sentido una buena dosis de atracción por el mal. Ya sea por su condición de prohibido, o por la dificultad y el reto que supone explicar aquello que parece inexplicable, el mal siempre ha llamado la atención de la humanidad. Incluso nos ha llevado al interés casi morboso por sus casos más execrables. Como sociedad, llegamos a sentir cierta fascinación por los malvados. Mucho antes de que los medios de comunicación de masas repitieran mensajes, informes y datos por doquier, los hombres y mujeres que poblaban la Tierra se sentían llamados a investigar este fenómeno.

Algunos, como el alemán Arthur Schopenhauer, defendían que el mal tiene un punto de partida incontestable: nosotros mismos. El mal forma parte de nuestra naturaleza tal y como lo hacen el amor, la violencia o el deseo. El alma humana es lo suficientemente grande como para albergar todos esos extremos. “En el hombre está el abismo más profundo y, a la vez, el cielo más alto”, decía Schelling.

“¿Es usted un demonio? Soy un hombre. Y por lo tanto tengo dentro de mí todos los demonios” Gilbert Keith Chesterton, (escritor británico)

No fue el único. Friedrich Nietzsche iba un paso más allá y ponía el origen del mal no sólo en el ser humano, sino en la propia naturaleza. El mal está en todas partes, en todas las especies. No se trata de una malformación, ni de algo circunstancial. El mal no es un accidente. Forma parte del todo y la prueba está en que, si uno observa la naturaleza, puede ver que hay maldad en todos los ámbitos, de la misma manera que hay bondad. De ahí que resulten ridículos nuestros intentos racionales de enfrentarnos al mal, disminuirlo o acabar con él. A la naturaleza no le importan nuestras normas morales y no se doblegará a ellas.

El mal y Dios

Otro aspecto que se ha repetido a lo largo de la historia ha sido el de la aparente incongruencia que se presenta entre la existencia del mal y los supuestos poderes de las divinidades. Epicuro, Hume, el Marqués de Sade y un largo etc. han analizado esta situación, de plena vigencia incluso en la actualidad.

La religión cristiana, mayoritaria en Occidente y pieza importante de nuestra sociedad, defiende la idea de que vivimos bajo el amparo de un Dios omnipotente y de infinita bondad. Sin embargo, ambas virtudes parecen fallar frente a la existencia del mal, pues de ser esto cierto, debería ser relativamente fácil hallar una solución, simplemente eliminando Dios el mal del mundo.

Por un lado, se nos abre la posibilidad de que, asumiendo que el mal existe, este lo hace porque Dios así lo permite; pero, siendo ese el caso, entonces no podríamos concluir que Dios es infinita bondad, porque de serlo no permitiría que ocurrieran las barbaridades que sufrimos y vivimos. Por otro lado, se nos plantea que la existencia del mal se deba a la incapacidad del Dios para impedir su existencia, de lo que hemos de concluir que, por lógica, carece del poder absoluto que la religión asocia a su ser.

¿Dios quiere prevenir el mal, pero no es capaz? Entonces no es omnipotente.
¿Es capaz, pero no desea hacerlo? Entonces es malévolo.
¿Es capaz y desea hacerlo? ¿De dónde surge entonces el mal?
¿Es que no es capaz ni desea hacerlo? ¿Entonces por qué llamarlo Dios?
Paradoja de Epicuro

El escritor John Milton, autor de El paraíso perdido, analizaba precisamente esta dicotomía, ofreciendo una causa: nuestro libre albedrío. El mal existe porque somos libres, porque Dios quiso que no fuéramos seres encadenados. Ese es el precio que pagamos por la facultad de elegir qué queremos hacer o ser. Similar postura sostienen varios autores en la actualidad, como el Rudiger Safranski: somos malvados precisamente como consecuencia directa de nuestra libertad.

Una visión que también observó en su día el filósofo inglés Thomas Hobbes, si bien, para él, dicha libertad no era un modo alguno algo bueno. La humanidad, en libertad, tiende a caer en el mal, el caos y el sufrimiento, generándose un estado de guerra de todos contra todos que únicamente puede ser combatido mediante un poder judicial restrictivo que siembre el temor al estado en el corazón de sus ciudadanos.

¿Fruto de la ignorancia? ¿Parte de la virtud?

No han sido las únicas aproximaciones al mal que hemos visto en la filosofía. Uno de los primeros en analizar este fenómeno fue Sócrates. Como se desprende de los Diálogos de Platón, el maestro griego atribuía el mal a la ignorancia. Es decir, que los humanos somos malvados por la sencilla razón de que no conocemos qué es el bien y cómo hemos de actuar para vivir conforme a él. El malvado no sería tal si tuviera verdadero conocimiento de su error. Si fuera consciente de que vivir éticamente es la mejor manera de vivir, la más feliz, no optaría por la maldad.

Aristóteles, en cambio, tenía como piedra angular de su ética la moderación. Para el filósofo macedonio, es en el justo medio entre dos diferentes extremos donde se haya la virtud, algo que, por otra parte, ha sido muy criticado por filósofos posteriores. Por ejemplo, aplicado al caso que nos ocupa: ¿hay virtud en una maldad moderada?

El concepto de justicia

Entendemos la justicia como el dar a cada uno lo que merece, decía Tomás de Aquino. Sin embargo, no resulta tan fácil como parece dicha afirmación. Especialmente en nuestra época, de pleno relativismo, se observan múltiples puntos de vista respecto a lo que es justo o no, especialmente en diferentes situaciones. No existe una norma ética unitaria. Para algunos la justicia es blanda, para otros es excesiva, y para todos, la interpretación varía dependiendo de la postura personal o grupal en que nos situemos.

“Quien no castiga el mal ordena que se haga” Leonardo Da Vinci

El pragmatismo –como movimiento filosófico– observaría todo este debate desde una posición muy concreta: la de los fines; si los hechos objetivos consecuencia de nuestras acciones resuelven o no el problema. La realidad, algo que a menudo parece olvidarse, es el sumo sacerdote de nuestras teorías e iniciativas. Si algo no da el resultado deseado, es preciso realizar cambios, de manera que nos acerquemos al fin que se busca. De lo contrario, caeremos en la definición que daba Albert Einstein de la locura: “Hacer lo mismo una y otra vez esperando diferente resultado”.

Así que la pregunta debería ser: ¿estamos logrando nuestro objetivo?

Fuente: https://www.filco.es/entranas-mal/

 

Texto 2. Fuerzas obscuras de la personalidad.

Martha Nussbaum

«Entonces, ¿Qué sabemos hasta ahora sobre las fuerzas de la personalidad que se oponen a la reciprocidad democrática y al respeto? En primer lugar, sabemos que la gente tiene un alto nivel de respeto a la autoridad: el psicólogo Stanley Milgram demostró que los sujetos experimentales estaban dispuestos a administrar un nivel muy doloroso y peligroso de descarga eléctrica a otra persona, siempre y cuando el científico de guardia les dijera que lo que estaban haciendo estaba bien – incluso cuando la otra persona estaba gritando de dolor (que, por supuesto, fue falsificado por el bien del experimento). [1] Solomon Asch, anteriormente, mostró que los sujetos experimentales están dispuestos a ir en contra de la clara evidencia de sus sentidos cuando todas las otras personas a su alrededor están haciendo juicios sensoriales que se encuentran fuera del objetivo: su investigación muy rigurosa y confirmada tantas veces muestra el servilismo inusual de los seres humanos normales frente a la presión de grupo. Tanto el trabajo de Milgram como el de Asch han sido usados de manera efectiva por Christopher Browning para iluminar el comportamiento de jóvenes alemanes en un batallón de policía que asesinó Judios durante la era nazi. [2] Tan grande fue la influencia tanto de la presión de grupo como de la autoridad en estos jóvenes, que muestra, que los que no lograban convencerse a sí mismos de disparar a los Judios se sentían avergonzados de su debilidad.

Pero otra investigación demuestra que la gente de apariencia normal está dispuesta a involucrarse en comportamientos que humillen y estigmaticen si su situación está configurada de una manera determinada, poniéndolos en un papel dominante y mostrándoles que los otros son sus inferiores. Un ejemplo particularmente escalofriante implica niños en edad escolar cuyos profesores les dan a entender que los niños con ojos azules son superiores a los niños con ojos oscuros. Sobreviene un comportamiento jerárquico y cruel. El profesor entonces da a entender que ha habido un error y que de hecho los niños de ojos oscuros son superiores y los de ojos azules inferiores. El comportamiento jerárquico y cruel simplemente se invierte: los niños de ojos marrones parecen no haber aprendido nada del dolor de la discriminación. [3] Quizás el experimento más famoso de este tipo es el de Philip Zimbardo en la prisión de Stanford, en el que se encontró que los sujetos a los que se les asignaron al azar los roles de guardia de la prisión y preso comenzaron a comportarse de manera diferente casi de inmediato. Los prisioneros se hicieron pasivos y depresivos, los guardias usaron su poder para humillar y estigmatizar. Creo que este experimento fue mal diseñado de numerosas maneras, y es por lo tanto menos concluyente: por ejemplo, Zimbardo dio instrucciones elaboradas a los guardias, diciéndoles que su objetivo debía ser inducir sentimientos de alienación y desesperación en los prisioneros. [4]

Otra investigación sobre la repulsión, acerca de la que he pensado escribir un libro sobre el papel de la repulsión en la desigualdad social, muestra que la gente está bastante incómoda con los signos de su propia animalidad y mortalidad: la repulsión es la emoción que vigila la frontera entre nosotros y otros animales. En casi todas las sociedades, no es suficiente mantenernos libres de contaminación por productos de desecho corporal que son en el lenguaje de los psicólogos, «recordatorios animales.» En cambio, las personas crean grupos subordinados de seres humanos que son identificados como repugnantes y contaminantes, diciendo que son sucios, malolientes, portadores de enfermedades y así sucesivamente. Se ha trabajado mucho en cómo figura esa actitud en el antisemitismo, el racismo, el sexismo y la homofobia.

¿Qué más sabemos? Sabemos que estas fuerzas cobran mucho más poder cuando la gente es anónima o no se reconoce un responsable. Las personas actúan mucho peor bajo el abrigo del anonimato, como partes de una masa sin rostro, que cuando están vigilados y deben rendir cuentas como individuos. (Cualquiera que haya violado el límite de velocidad, y luego ralentizado al ver un coche de policía en el espejo retrovisor, sabrá cuán generalizado es este fenómeno.) En segundo lugar, las personas se comportan mal cuando nadie levanta una voz crítica: los sujetos de Asch aceptaron el juicio erróneo cuando todas las otras personas a las que consideraban compañeros en el experimento (y que estaban realmente trabajando para el experimentador) coincidían en el error; pero si una sola persona decía algo diferente, se sentían libres para seguir su propia percepción y juicio. En tercer lugar, la gente se comporta mal cuando los seres humanos sobre los que tienen poder están deshumanizados y des-individualizados. En una amplia gama de situaciones, la gente se comporta mucho peor cuando el «otro» se representa como un animal, o sólo como portador de un número en lugar de un nombre. Al pensar en cómo podríamos ayudar a los individuos y a las sociedades a ganar el choque interno de civilizaciones en cada persona, haríamos bien en pensar cómo utilizar estas tendencias para nuestro beneficio.

La otra cara del choque interno es la capacidad creciente de los niños de ser compasivos, de ver a otra persona como un fin y no como un simple medio. Como lo ha demostrado el psicólogo Paul Bloom, niños de tan sólo un año de edad tienen la capacidad de tomar la perspectiva de otra persona – pero en un primer momento esta capacidad se utiliza para controlar los movimientos de los demás, especialmente de los padres. Sin embargo a medida que pasa el tiempo, si todo va bien, los niños sienten gratitud y amor hacia seres distintos que apoyan sus necesidades, y por lo tanto llegan a sentir culpa por su propia agresión y verdadera preocupación por el bienestar de la otra persona. A medida que la preocupación se desarrolla, conduce a un deseo cada vez mayor de controlar la propia agresión: el niño reconoce que sus padres no son sus esclavos, sino seres independientes con derecho a sus propias vidas. Estos reconocimientos son típicamente inestables, ya que la vida humana es un asunto incierto y todos sentimos ansiedades que nos llevan a querer más control, incluyendo el control sobre otras personas. Aquí es donde la educación es crucial: una buena educación puede llevar a los jóvenes a sentir genuina compasión por las necesidades de los demás, y puede conducir a verlos como personas con derechos iguales a los suyos».

Fuente: https://www.parqueexplora.org/aprende/actualidad/discurso-de-martha-nussbaum

 

“Té con Diálogo Filosófico y fechas”

10 de Octubre: ¿Podemos atender y escuchar en la sociedad del exhibicionismo?

14 de Noviembre: ¿Por qué anteponer el bien común a mi interés personal?

12 de Diciembre: ¿Es más valioso  ser  diferentes?

9 de Enero: ¿Tiene sentido el miedo a la muerte?

13 de Febrero: ¿Qué es la maldad?

12 de Marzo: ¿Es la lactancia materna un mandato?

16 de Abril: ¿Es posible presentir el futuro?

14 de Mayo: ¿Cómo saber qué es belleza?

11 de Junio: ¿Para qué cuidar el Planeta?

 

 

 

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